Prefacio
"Nadar contra la corriente no es necedad si las aguas corren hacia cataratas." —Nicolás Gómez Dávila.
Alguna vez te has preguntado: ¿por qué es tan difícil que tapen el hueco de tu calle? O, ¿por qué es que tienes drogos en tus parques después de cierta hora (o a veces a todas horas del día)? O ¿por qué es que creces pensando que siempre debes andar por las calles mirando por encima del hombro, porque te pueden atracar en cualquier momento?
Y si nos subimos a un globo aerostático metafórico, y ascendemos más allá de la monotonía del día a día, obviando las respuestas individuales a cada una de las anteriores, ¿cómo es que estos y otros problemas no solo no son resueltos, sino que empeoran? Peores carreteras, más parques que deben ser clausurados, más inseguridad ciudadana, secuestros en medio de transmisiones en vivo. Y ni hablar de problemas a nivel macro: educación, desarrollo económico, salud, corrupción...
¿¿¿???
De manera muy apresurada, me adelanto a darte la respuesta: los gobiernos de hoy no sirven. Toda nuestra región está cargando con el peso muerto de los gobiernos más ineficaces de la historia, y debemos pretender que todo está bien, y que así es la vida, porque si quieres que las cosas mejoren, vota por Pepito, "el candidato del cambio," en las próximas elecciones. A lo hecho, pecho.
Es asfixiante. Y la solución no está en la próxima elección, o en el tan añorado cambio de constitución. No, señor - los problemas son mucho, mucho más profundos.
Pero hablemos en parábolas, así tal vez la concurrencia nos entienda.
"Había una vez una calle donde solo había dos casas, en donde vivían dos familias. Por mucho tiempo, las familias vivían tranquilas, y cada quien cuidaba de lo suyo, hasta que un día, una de las familias se muda, para no volver jamás. Después de unas semanas, llegan a vivir a la casa vacía, un grupo de adolescentes. A la semana, el padre de la familia, se da cuenta de que estos nuevos vecinos no son tan cuidadosos con su jardín como lo era la otra familia, pero no le presta mayor atención.
Días después empiezan las fiestas - hasta altas horas de la noche y atrayendo a otros amigos bulliciosos. Y posteriormente aparecen los grafitis en las paredes de las dos casas. Y después la hija mayor empieza a enamorar con uno de los vecinos. Y el padre se entera de que, a diferencia de su familia y su casa, estos muchachos no son dueños de la casa, sino que la alquilaron por un par de años.
Después de unos meses, en esa calle hay una casa donde el padre se pelea a diario con su hija, dicho sea de paso embarazada de uno de los vecinos; donde el hijo menor, también reclama que por qué él no puede tener fiestas como sus vecinos; donde el padre se cansó de repintar los muros de exteriores porque los seguían garabateando con grafitis. Y también hay otra casa, donde también las paredes están con grafitis, pero no solo por fuera, donde las ventanas están rotas, donde paran borrachos."
Me imagino que ya te vas formando una idea. Pues bien, pregunto: ¿cuál es la diferencia entre uno de los grupos de homo sapiens en una casa y el otro? (En lo descrito arriba, cualquier parecido con la realidad es coincidencia - ¿ya me entiendes?)
Has pensado ¿por qué, si las casas tienen dueños, las calles no tienen dueños? ¿Si la casa del dueño anda mejor cuidada que la del que solo vive ahí un tiempo, porque una calle con dueño no estaría mejor cuidada que la que no es de nadie? ¿O es que acaso la calle es de todos? ¿Pero todos la cuidan a la vez? ¿O es que nos turnamos para cuidarla y a veces nos olvidamos cuando nos tocaba? ¿Quién sabe? Cosas de la vida.
Incertidumbre
Demos un paso hacia atrás. Problemas como la criminalidad, inseguridad y violencia "ciudadana", son como las guerras: conflictos, pero en una escala mucho menor. País X ataca a país Y, por algún desacuerdo, que por lo general tiene que ver con territorios, recursos, etc. Pero nadie ataca a nadie si no cree que obtendrá los resultados que busca (anexión de territorio, derechos de extracción, etc.) De igual forma, si me gusta tu celular, y te lo robo, es porque obtengo el beneficio de un celular nuevo, y porque es muy probable que no termine en la cárcel. O sea, asumo la probabilidad del conflicto, porque estoy relativamente seguro de un resultado positivo. Ningún país - o ladrón - agrede sin tener por lo menos una probabilidad alta de éxito. Puede que fallen los cálculos, o que la información que lleva a esa decisión sean falaces, pero nadie ataca - o roba - si está seguro que fallará - o terminará de todas maneras en la cárcel.
Entonces, tenemos identificada de forma sencilla la causa de la inseguridad. Actos de violencia suceden porque quienes los cometen, creen que se saldrán con la suya, y que no habrá consecuencias.
Ahora preguntémonos, ¿por qué es que la inseguridad y la violencia parecen ir siempre en aumento? ¿Es que cada vez hay menos consecuencias, y más incentivos para ser violento? Y ¿qué pasa cuando la violencia no se queda solo en robos y otras actividades criminales, sino que se usa para fines políticos? Si nuestros candidatos no están de acuerdo, ¿está bien si nos agarramos a plomazos en la calle? ¿Es mi obligación, enseñarte la fe política verdadera con mi Sauer?
Si el robo, el asesinato, los raptos, etc. ya son ilegales, ¿por qué las leyes no son obedecidas? Indudablemente, nuestras constituciones y códigos legales al día de hoy son más complejos y abarcan muchos más casos que el marco legal con el que los países hispanoamericanos empezaron. Pero ¿qué crea el ambiente de incertidumbre, para que las leyes no sean obedecidas? La ley no es, pues, nada más que la codificación del orden, y presupone un estado de orden. Si este no existe, las leyes son impotentes. Si yo no acato las leyes, y no vivo solo en medio de la selva, estaré en conflicto constante con mis semejantes; efectivamente, he instaurado un estado de desorden. Y ¿quién es responsable del orden? ¿Pues quién es responsable por el desorden en una casa? El dueño de casa. ¿Quién es responsable por el desorden en la calle, en la ciudad, en el país? El estado, tú dirás. ¿Es el estado el dueño del país? ¿Y quién es el dueño del estado?
La incertidumbre en cuanto a los derechos de propiedad del estado, crea una amplia oportunidad de incertidumbre en cuanto a la toma de decisiones y ejecución de soluciones. Porque si el estado es de todos, y nadie resuelve los problemas, ¿de quién es la culpa? ¿De todos? ¿De todos menos mía, porque yo sí quería resolver el problema? ¿O solo mía, porque yo sí presto atención y el resto no? ¿Ves como se dilata la situación sin una resolución? Efectivamente, la responsabilidad se diluye - sin nadie que responda por ella.
Las repúblicas hispanoamericanas, desde casi sus inicios, optaron por una forma de gobierno democrática que, tras la tumultuosa historia del siglo XIX y parte del XX, en las últimas décadas se ha ido consolidando. Pero ¿qué tal si yo dijera, que esto solo ha empeorado la causa de la incertidumbre? Y a mayor incertidumbre, más atrevidos que se la jugaran, para obtener lo que quieren, pues el fin justifica los medios.
Una de mis conclusiones es que - concordando con la mayoría de la gente decente y educada antes del siglo XIX - la democracia es un sistema ineficaz y nocivo para gobernar. Históricamente, las masas nunca pudieron, ni pueden, asumir poder real, pues cuando ocurre las ha llevado al desastre. Cuando sucedió, fue horrible, horrible. La victoria absoluta de los regímenes democráticos, donde y cuando sea que se establezcan, no hace sino abrir las puertas a aires de desconcierto y zozobra a la larga, en la que múltiples grupos se pelean por el poder, generando un ambiente hostil y de guerra civil en potencia. Todas las facetas de la sociedad, poco a poco, se ven empapadas de esta animosidad, que nos lleva a la situación de nuestros días. La corrupción, la inseguridad, la informalidad, todos son síntomas de la incertidumbre.
Desarollo, o falta del mismo
Pero - dirás tú - ubícate, troglodita: ¿no sabes que acaso los países más desarrollados del mundo son democracias liberales? Cierto, pero en nombre: tal y como el Senado Romano continuo por siglos después de Augusto. Las democracias occidentales se encuentran en la posición en la que están justamente porque han adoptado un modelo de oligarquía que aísla el poder real y las riendas del gobierno de los políticos elegidos por el pueblo. ¿Te has preguntado por qué en "Occidente" la democracia es buena y el populismo no? ¿Cuál es la diferencia?
Las clases profesionales de burócratas y jueces manejan el gobierno de Estados Unidos - que exportó el resto de la democracia liberal durante el siglo XX a Europa y Asia, recreando su modelo de gobierno - y no los políticos electos, cuyas cohortes de empleados, practicantes, y asesores son quienes redactan las leyes y regulaciones, controlando el flujo de información para la toma de decisiones.
Estos países prosperaron justamente por ese motivo - la separación del poder político de la fachada democrática, apalancada con la precisa aplicación de las leyes durante el siglo XX. Mientras tanto, acá seguimos dándole poder real a los políticos, para sus payasadas e inexperiencias. El mismo proceso se puede verse en el retroceso de España, donde la democratización desde los mediados de los 70s llevó al incremento de poder político de los partidos internamente, a la polarización de la sociedad, y a la sujeción jurídica de organismos internacionales no democráticos.
El “estado de derecho” - o mejor dicho, el imperio de la ley - es responsable por la paz y seguridad interna del mundo occidental. Además, ahí tenemos a Dubai o Singapur, donde la falta de libertad política no ha sido impedimento para su vertiginoso desarrollo en menos de un siglo. Y para rematar - también ahí está el Reino del Centro cuya redefinición de la fórmula "liberalización política + liberalización económica = desarrollo" a "gobierno estable + liberalización económica = desarrollo", era inconcebible para las grandes mentes del siglo pasado.
Pero, ¿entonces de qué diablos se trata este blog? Pues, su meta es dar una explicación alternativa a los eventos históricos y actuales que desembocan en la coyuntura presente. Pero más importante aún, es presentar una visión del gobierno y la sociedad del futuro. "Al demócrata que no le basta con que respetemos lo que quiere hacer con su vida, exige además que respetemos lo que quiere hacer con la nuestra" dijo un gran sabio. Entonces, para dejar atrás a ese demócrata, y llegar a esas costas nuevas, necesitaremos construir una carabela que pueda aguantar el viaje. Y en una era que ha olvidado el arte del buen gobierno, deberemos inventar hasta las velas que habremos de usar. El viaje ha de ser interesante.